Me gustan las palabras.
Me gusta su música, su sentido, su silencio, su peso.
Guardo, comparto y a veces escribo textos o ideas que me inspiran.

Coordino talleres de lectura y escritura.
infotallerdelsauce@gmail.com
flopiesteva@gmail.com

viernes, 29 de junio de 2012

El desvío.

El desvío.


Los hombres llegaron temprano. De noche, todavía. En poco tiempo armaron el desvío en la ruta y empezaron a arreglar el asfalto que estaba muy roto. Durante quince días los autos que venían por la ruta tuvieron que entrar al barrio: dos cuadras para adentro, una a la derecha y otras dos para volver al asfalto. El tercer día empezaron a pasar cosas. Aunque tal vez pasaran desde antes y solo se descubrían ahora por este hecho azaroso que era el desvío.
Para el tercer día los habitantes del barrio ya habían armado los puestos de venta. Un día se vendía chipá y pan casero bien fresquito, otro día se ofrecían herramientas para parrilla, sillas, canastos de mimbre y naranjas de la isla. Finalmente: lectura de tarot, huevos y miel.
Los autos demoraban cada vez más en hacer el desvío y cuando desaparecían por un lado, nadie podía asegurar cuánto tardarían en reaparecer del otro.
Un día llegó un patrullero. Dijeron que estaban buscando a un hombre que había desaparecido de su casa camino al trabajo, o al revés, no sabían bien. Los oficiales encontraron su auto en el desvío. Estaba estacionado frente a uno de los pocos baldíos que quedaban en el barrio, las puertas cerradas y el hombre adentro. Se lo llevaron en una ambulancia. Dijeron que estaba muy perdido. El hombre se iba tapando los oídos con las dos manos.
Otro día una adolescente aseguró haber visto una chica igual a ella que la saludaba desde la ventana de la casilla en el n 1001 de Garibaldi. Tanto insistió la chica que unos días después su madre tomó el mismo desvío que la camioneta de escolares tomaba por la mañana, hizo el desvío y entró al barrio. Al doblar la segunda esquina encontró el número  pintado a mano sobre una plancha de madera y buscó la ventana. Lo que vió nadie lo supo, pero dicen los que la conocen que no es la misma desde entonces.
El miércoles de la segunda semana la vecina de la casa que esta al lado de la remisería se negó a salir a la vereda como cada tarde desde hacía años. Al día siguiente la encontraron muerta. Se ahorcó, dicen, con un ovillo de lana.
Hubo a quienes el desvío afectó mucho. Siete años después, nadie iba a pensar que la elección de una carrera en la universidad, la respuesta o el rechazo a una vocación, el origen de cierta fobia o la filiación a un partido, tendría alguna relación con este hecho tan ordinario. Pero lo cierto es que las cosas siempre empiezan a ocurrir por algún lado y en el desvío empezaron muchas.
Claro que también hubo gente a la que el desvío no le cambió nada. Aunque es de creer que todo lo que pasa siempre cambia algo, por mínimo que sea, como la piedra que se tira al rio y hace ondas muchos metros más allá, hasta la otra orilla.
Un día los hombres llegaron muy temprano, de noche todavía,  y desarmaron el desvío. Los autos volvieron a andar por la ruta y ya nadie pensó en todo lo que pasaba unas cuadras al costado. Pero bastó que pasara un solo auto para que el asfalto empezara, lentísimamente, a romperse otra vez. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario