Me gustan las palabras.
Me gusta su música, su sentido, su silencio, su peso.
Guardo, comparto y a veces escribo textos o ideas que me inspiran.

Coordino talleres de lectura y escritura.
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miércoles, 15 de febrero de 2012

San Valentín

El agua tiembla en el balde cada vez que el 57 arranca. 31 grados en el mundo, en la ciudad o en esta esquina. Así, las rosas no aguantan hasta la tarde. Hoy es Valentín así que te plantás ahí y hoy vas a vender seguro. Decí que te llamás Valentín vos también que con eso vendes seguro, negrito, le dijo Rúben. Pero hace calor y así las rosas no aguantan hasta la tarde. El sol pega fuerte. Valentín transpira y sabe que para plantar hay que tener un agujero en la tierra y agua.


A las dos de la tarde la remera se le pega al pecho y las flores pierden brillo. No queda mucha agua en el balde. Señora me da un vasito de agua. No, no es para mí, es para las rosas.

El sol quema los pies. La goma de las ojotas es una plancha al revés. Valentín saca las flores con cuidado de no salpicar cada vez que el semáforo se pone rojo. Antes de levantarlas las moja un poco en el fondo del balde. El papel que envuelve las flores parece frío y tiene unas gotitas de agua que chorrean hacia abajo, donde la cinta aprieta el tallo. No hay sombra. Así no aguantan hasta la tarde. La transpiración empapa la cabeza de Valentín, baja por la parte de atrás del cuello hasta la cintura. A las cuatro y media el calor aplasta tanto que Valentín ya no quiere levantarse. Sentado sobre el balde vacío que dio vuelta hace unos minutos sostiene las rosas en una mano. Algunos pétalos ya se desprendieron y están pegados al papel. A las cinco y cuarto alguien levanta a Valentín de la vereda. También él parece pegado. Algunos pétalos, ahora de un bordó apagado, quedan entre las baldosas. Mañana, cuando baldeen la vereda, irán a parar a otro lado.

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