Otoño.
y llora, ahora, apenas, sobre la tierra.
una bóveda
de bronce se cierra sobre las casas.
No pueden
más los árboles,
doblados
por el peso crujiente.
No saben
que es destino de hoja,
ser, por
unos metros, mariposa.
Caen
algunas. Inevitable.
Y llegan a
la tierra en una danza amarilla.
Abrigan
ahora la tierra desnuda,
con manto
de oro y nervadura.
Alguien
entona una balada.
Y se queda
entre los ojos un abrojo
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