Me gustan las palabras.
Me gusta su música, su sentido, su silencio, su peso.
Guardo, comparto y a veces escribo textos o ideas que me inspiran.

Coordino talleres de lectura y escritura.
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lunes, 14 de mayo de 2012

Terribles regalos

Un día, un grupo de familiares decide regalar a una tía un viaje a cierto lugar del que se ha pasado la vida hablando. La tía es una señora bastante mayor pero todavía lúcida e independiente. Frente al anuncio, del que soy mudo testigo, hay un momento de silencio. Los familiares esperan para confrontar la reacción imaginada con la que ahora está en manos de la tía. Hay algo de expectación, enseguida algo más de asombro y -casi sobre esto último- algo parecido al desconcierto. La tía no acepta el viaje. Enfática y repetitiva declara: “No, no, no. De ninguna manera, queridos, de ninguna manera”. Intentan convencerla porque “Es pudor, vergüenza”, se dicen. Si se pasó la vida hablando de España, imitando el habla española, refiriendo personajes, recetas, relatos de ese país. No, no. La tía prefiere la arquitectura de su fantasía, el recuerdo inventado, el recorrido soñado a su medida. Tal vez haya recordado a otro español que cantaba: “No hay nada más bello que lo que nunca he tenido. Nada más amado que lo que perdí.” Yo creo recordar o tal vez (y un poco como la tía) invento recordar cierto brillo en sus ojos, cierta efusión contenida en el brazo que se mueve negando de derecha a izquierda, sacudiendo un poco el cuerpo que ya se volvía sobre sí mismo, como sus recuerdos, o sus fantasías.

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