Lo concreto de los abstractos o crónica de una clase mal pensada en una comunidad terapéutica para la recuperación de las adicciones.
La clase parecía bien estructurada. Los chicos necesitaban algo bien concreto: consignas escritas, casilleros para completar, algo para tocar, escribir y pegar. Y es que ese año el grupo era distinto. La comunidad había cambiado y los chicos no venían al taller o venían y se iban sin dar explicaciones. Había que volver a la idea de escuela tradicional. El taller creativo quedaría para más adelante. Esta vez el tema era bien escolar: sustantivos concretos y abstractos. Porque si de algo concreto se trataba, por ahí se podía empezar. Las profesoras distribuyeron los papeles y empezaron con la con la explicación, conductista y magistral: “los sustantivos concretos son los nombres de las cosas que podemos ver y tocar como mesa, silla, hoja” … dijo la primera. “Los abstractos son los nombres de las cosas que no podemos percibir con los sentidos como la alegría, el entusiasmo, la tristeza, el fracaso…”, apuntó la otra. Pero entonces la trampera hizo click. Desde el fondo, la voz llegó dura, impenetrable: “¡Bahhh! Qué va ser abstracto, profe … Fracaso..., tristeza ... son cosas concretas. Nosotros las sentimos acá dentro todos los días...”.
Desafinado, el dueto improvisó alguna cosa unos tonos más abajo, pero la abstracción ya se había dado de frente contra una pared, una pared de concreto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario