Ayer recibí varias protestas. Algunos talleristas me escribieron y se escribieron entre ellos. No entendían la consigna de escritura. No podían con ella. En medio del desconcierto, algunos eran más positivos: admitían su desconcierto pero promovían un: "escribamos ... a ver que sale". Otros parecían más angustiados "... horror .... lamentándome por la tarea"
La experiencia me obligó a pensar. "Cuando la consigna no se puede resolver, es que está mal dada", me dije en una máxima que hubiera hecho las delicias de mi profesora de residencia. O no. Lo cierto es que me parece bueno que estas cosas nos ayuden a pensar como coordinadores de talleres creativos. Si bien la creatividad muchas veces va de la mano de la incomodidad (como dice Bachrach en su libro: el cerebro quiere facilitarse las cosas, ir siempre por los lugares conocidos, y es necesario incomodarlo para lograr cosas nuevas); me pareció que el tema merecía una reflexión profunda que me propongo hacer estos días con otros profesores.
Mientras tanto, en una situación de ilegítima ventaja, me propuse hacer mi propia tarea. A ver qué pasaba.
La consigna consistía en responder algunas de las preguntas del cuestionario de Proust, algunas oraciones incompletas, extraídas de distintos textos autobiográficos (Woody Allen, Joaquín Sabina...) y otras frases propuestas por los propios talleristas, al modo de "Si hoy fuera la última noche del mundo" o "Cuando me quedo solo en un ascensor ..."
Acá va mi texto y el seguidor que quiera, que aporte el suyo. Saludos!
Ariana.
Me nacieron un 17 de abril de 1975.
Inauguré la familia, pero me hubiera podido acomodar en el
segundo lugar, tranquila.
Alrededor de los cinco años volvía del colegio y me pasaba
un rato largo rayando una hoja con una birome. La idea era que no quedara nada
blanco. Tengo muy presente el olor de la tinta.
Mi infancia fue feliz. Con cuentos en la cama, hermanas y todo eso.
Un día mi prima me dijo que podía hacer magia. Me hizo
cerrar los ojos y me prometió que cuando los abriera ella iba a aparecer en
otra parte de la casa. Lo hizo. Me sorprendió muchísimo.
A veces me cuesta reconocerme en el espejo. Con las fotos es
peor.
Con los anos voy perdiendo tersura y ganando porosidad (en más de un sentido).
No me manejo bien con las llaves. No puedo pasar los cordones de las zapatillas ni hacer trenzas cosidas.
Muchos me creen más joven. No me gustaría desengañarlos.
Muchos me encuentran familiar. En general me muestro sorprendida.
Es cierto que tuve que crecer de golpe. Unos cinco años.
Pero ahí me quedé.
Tuve algunos hijos cuando no los buscaba. Perdí un embarazo
recién encontrado. Tengo los hijos que siempre hubiera querido.
Me gustan cosas que jamás voy a confesar. De paso: soy
católica pero jamás me voy a confesar. Tengo la idea peregrina de que se trata
de una maniobra de inteligencia de la iglesia.
Nunca me haría un test de inteligencia ni me tiraría en paracaídas.
Cada tanto, me sorprendo rezando el Ave María. Es pegadizo.
Ya sé lo que es el miedo.
Preferí rodearme de gente que me quisiera. Lo conseguí.
Siempre me gustaron las palabras, pero valoro más el
silencio.
En algunas cosas me defraudé.
Una de las frases que más repito es: “hablá más bajo.” Soy irritable (sonoramente hablando).
Mi memoria a corto
plazo no supera los seis dígitos y no puedo retener un número de teléfono.
Me gustaría ser escritora. Alguna vez. Pero tengo la
impresión de que no va a pasar.
Últimamente corro.
genialllll me encanto
ResponderEliminar"Siempre me gustaron las palabras, pero valoro más el silencio"... es una de mis frases de cabecera. Me sentí bastante identificada con esta especie de "tarjeta de presentación".
ResponderEliminar"Me gustaría ser escritora. Alguna vez. Pero tengo la impresión de que no va a pasar". También me lo digo. Con vos me gustaría mucho que pasara, lo hacés muy bien, sos joven y tenés una gran formación.
Hermoso post, Flor. Felicitaciones.