Me gustan las palabras.
Me gusta su música, su sentido, su silencio, su peso.
Guardo, comparto y a veces escribo textos o ideas que me inspiran.

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jueves, 20 de marzo de 2014

Además, el tiempo.


Lo terminé. Pero con dificultad, con tensión y hasta con agobio.

Además el tiempo, de Salvador Biedma, lleva al extremo aquello que sugiere Juan Diego Incardona: narrar callando, incompletando, borrado las huellas. Por eso molesta. Tal vez. Porque como lectores todavía preferimos el círculo del texto moderno, el que  nos sugiere la completitud, el cuento o la novela con entrada  y salida. Además, el tiempo, en cambio,  es un texto rizoma: una  secuencia interminable de acciones y sucesos sin dirección a la vista.


Un hombre joven  llega a un pueblo del interior de la provincia de Buenos Aires para arreglar una máquina que nunca alcanza a ver. Mientras tanto, se ve involucrado, sin pensarlo, en la vida de ese pueblo con su sucesión de velorios, días de pesca y rondas de bar. Manuel es el antihéroe: cuando lo encontramos, no hace mucho que dejó la ciudad con su título universitario incluido y una madre enferma de la que no quiere saber mucho. El protagonista hace un viaje en versión negativa: de la ciudad al campo, del trabajo intelectual al manual; una travesía sin destino final ni preferencias. Fuera de esto Manuel no hace nada. Literalmente. O, sí, mejor, hace algo: permanece (como el personaje de La tercera orilla del río, de Guimarães Rosa)  

La estructura de Además, el tiempo, es kafkiana, como la de una madriguera, un laberinto donde una puerta conduce a otras muchas y esa -tal vez- a nada. Es por eso que la novela es exasperante. Lo entendí después  (casualmente estaba leyendo algo de Deleuze, Kafka, rizoma) La tensión, la sugerencia, las  pistas discontinuadas aparecen a lo largo de todo el texto: alguien le dice al personaje que mejor se vaya, una mesa en el bar del pueblo tiene su nombre tachado, y sin embargo, ninguna de estos núcleos narrativos avanza. ¿O sí?

Un texto del que se disfruta hablando, después, tratando de entender, repasando. Una de esas novelas que nos quedan adentro, moviéndose, como un bicho que nos plantó huevos, debajo de la piel. 

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