Me gustan las palabras.
Me gusta su música, su sentido, su silencio, su peso.
Guardo, comparto y a veces escribo textos o ideas que me inspiran.

Coordino talleres de lectura y escritura.
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jueves, 8 de mayo de 2014

Inventar palabras o el enterramiento de la botella.

Hace ya algunos días, despedimos a Gabriel García Márquez. En algunos de los talleres leímos "Botella al mar al dios de las palabras" un polémico discurso que el escritor leyó en el Primer Congreso Internacional de La Lengua Española.
 
En ese texto, García Márquez habla del poder de la palabra, su capacidad de salvarnos (poéticamente ejemplificada en una anécdota de su infancia), de la necesidad de aflojar las normas que aprietan nuestra lengua latinoamericana y, también, de la posibilidad infinita y necesaria de crear palabras.



Por eso, durante unos días, nos dedicamos a inventar palabras. Las metimos en una botella, como hubiera querido García Márquez, y no la tiramos al río por no ensuciar más nuestras aguas; pero la entrerramos en donde hoy funciona la librería La huella. 
Dejamos una huella en La huella. Dejamos ahí nuestras palabras inventadas: ventaniar, suspichosa, anafable, cieliar, sortífero, marmita, entre otras. 
Tal vez, dentro de algunos años alguien las desentierre y pase un buen rato con ellas. 

Tal vez, para entonces, alguna de ellas ya esté incorporada a su lengua.









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