Me gustan las palabras.
Me gusta su música, su sentido, su silencio, su peso.
Guardo, comparto y a veces escribo textos o ideas que me inspiran.

Coordino talleres de lectura y escritura.
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lunes, 9 de junio de 2014

Héroe.

Está parado en el muelle. Lleva de la mano a su novia. La lleva, o es llevado, no es fácil saberlo. De cualquier manera, las manos están muy apretadas, se estrujan, se repasan. Él saluda a gente que no ve hace tiempo, gente importante pero que no ve hace tiempo. Está peinado con gel y tiene una camisa impecable que habrá planchado él mismo, o alguien que lo quiere. Pero no importa que lleve una camisa limpia o un peinado que le habrá tomado un buen rato frente al espejo para estar bien, para estar prolijo; porque en realidad, Ricardo está vestido de héroe.

Todo héroe es héroe de sí mismo, dijo alguien, y Ricardo viene a contar que él puede, hasta ahora, serlo.

Hace seis meses que terminó un tratamiento en la isla a la que hoy vuelve de visita. Se suspende la clase porque el compañero viene a contar que alguien, él, todavía puede. Contra los chicos de la esquina, contra la fácil, contra el trabajo que no sale, contra las ganas, contra él, él todavía puede.
    
Ricardo habla con pausa y respeto. Resucita historias en otros: cuentos de gritos, golpes y llanto. Pero no “llanto” en sustantivo abstracto, sino el otro, el que se imagina con tanta precisión que casi moja. El llanto de un hombre-niño que es como el jugo que sale de algunas cosas cuando se quiebran.

Alguien me pregunta si estoy emocionada. Miento.Tengo ganas de llorar. Llorar sobre el hombro de Ricardo. Decirle que por favor siga, que perdone este mundo, que lo aguante.


Todo hombre es héroe de sí mismo, pero hay héroes más difíciles de ser que otros. 

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