En una entrada anterior conté que mientras corro escucho libros o poemas en audio, que es una forma de entretener el cuerpo y
la mente, y de ganar tiempo en lecturas.
Empecé a correr hace algún tiempo. Al principio, muy irregularmente, más tarde, de
manera más periódica y casi diría … necesaria.
Por esa época, ya había leído dos de las novelas cortas del
escritor japonés Haruki Murakami y había quedado fascinada con su prosa y sus
mundos. Una corredora tenaz a la vez que imprescindible vendedora de libros me
sugirió entonces su ensayo De que hablo
cuando hablo de correr y -con la entrega que a veces me caracteriza- me
convencí de todo lo que el autor propone:
“En mi interior
siempre ha anidado el deseo de permanecer completamente solo. Por eso, el
simple hecho de correr una hora todos los días, asegurándome con ello un tiempo
de silencio solo para mí, se convirtió en un hábito decisivo para mi salud
mental. Al menos cuando corría no tenía que hablar con nadie ni escuchar a
nadie. Bastaba con contemplar el paisaje que me rodeaba y mirar hacia mi
interior. Eran momentos preciosos e insustituibles”
No sé por qué motivo necesitaría Murakami salir a correr
para encontrar algo de silencio y soledad (por lo que sé vive con una sola
persona: es casado y no tiene hijos), pero para mí: casada dentro de poco hace
tantos años como los que viví soltera, y madre de cuatro hijos y un perro, la soledad
y el silencio son para decirlo en dos palabras: lo remoto.
Creo que todos, pero mucho más quienes nos dedicamos al
mundo de las palabras, necesitamos espacios periódicos y frecuentes de
silencio. Vaciar la mente de las propias palabras, como si se tratara de una
caja y dejar que lleguen otras: nuevas y ajenas. Correr es una manera sana y efectiva
de encontrar ideas. Incluso yo, que tengo dificultades para concentrarme en más
de dos cosas a la vez, puedo pensar en posibles argumentos o frases para un
cuento o poesía mientras muevo los pies y registro las palabras que escucho.
En su libro, el autor de Tokio Blues, narra la experiencia
metafísica que vive en medio de una maratón: “Continué corriendo así, como podía, aguantando lo indecible, y, al
llegar al kilómetro 75 sentí como si hubiera atravesado algo. No se me ocurre
una expresión más adecuada … había atravesado algo… Corro, luego existo. ”
Yo no pretendo atravesar nada. La experiencia de meditación
más intensa que viví es la relajación después de una clase de gimnasia, pero sí
es cierto que el hecho de correr, es decir: realizar una actividad física mecánica,
natural y hacia adelante, me conecta con alguna cosa que gusta.
Mientras corro, veo cosas que de otra manera no vería y hago
pequeños hallazgos (una vieja postal escrita en un idioma que desconozco, parte
de un apunte de una materia que podría ser Anatomía, la caja de un cassette de
Joan Manuel Serrat)
Pensé en escribir una serie de entradas con estos hallazgos.
Podría ser interesante.
Dejo para el final uno de mis subrrayados en el libro de
Murakami:
“No soy un joven que
solo piensa en desafiar récords ni una máquina inorgánica. Sólo soy un escritor
que, consciente de sus limitaciones, intenta prolongar un poco más sus
habilidades y su vitalidad.”
Tal vez se trate de eso: prolongar.

Hola Flopi, este es el libro que más me gusta de Murakami. De hecho, creo que es ¨el¨ que me gusta. Lo qué él cuenta es el prefecto ejemplo de lo que es una ¨práctica espiritual¨. Un beso!
ResponderEliminarHola Flor!!! Si. Me pareció. Yo no tengo experiencia en meditación ni nada parecido, pero me resultó muy intenso todo lo que cuenta y me tocó de cerca. Gracias por pasar!! Tengo abandonado tu blog. Hoy paso!
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